Siempre me hice esta pregunta, una de esas chistosas que nos hacen reflexionar: ¿cómo una niña se transforma en mujer cuando hace suyas las notas de aquella canción que Thalía convirtió en símbolo de toda quinceañera, el día en que la “presentan a la sociedad”? Ese mágico instante en el que sus padres le hacen saber que “ya no es una niña, que ahora se ha convertido en mujer”. Es cierto. A las niñas adolescentes les hacen saber a través de una fiesta, de una gran celebración lo que significa asumir las responsabilidades y privilegios de crecer, de madurar, de ser responsable ante el mundo que se abre frente a sus ojos. Es algo maravilloso.
Pero sabes, a los niños no les pasa eso. Al menos, no en nuestra cultura machista latinoamericana. Y talvez te estés riendo, pero es cierto que a nosotros no nos hacen una fiesta, no nos celebran eso, no nos dicen: “felicidades hijo, has dejado de ser un niño y ahora te has convertido en un hombre”. Bueno, en algunos casos (y por notoria ignorancia) se lo dice un padre, un tío o un amigo mal informado a un joven asustadizo luego de salir de un prostíbulo. Pero en su gran mayoría los niños ecuatorianos que van creciendo y buscando madurar carecen de una palabra de aliento, de bendición, de inspiración y de afirmación de su hombría. De ahí que veamos todavía niños de cuarenta, cincuenta o sesenta años con berrinches y rabietas en sus casas, con sus esposas y en sus oficinas, mientras vemos personitas con gran madurez a sus cinco o seis años vendiendo caramelos en un bus para sostener a toda una familia.
Con tristeza he visto a varios “niños grandes” que sufren de -lo que considero yo- un síndrome preocupante. Como talvez muchos saben, un síndrome es un conjunto de síntomas, señales o manifestaciones, tanto físicas como emocionales, que declaran el tipo de enfermedad que el individuo en cuestión padece. Pienso que descubrí uno: “el síndrome de Peter Pan”. No quiero ahondar demasiado en la historia porque sería muy trillado, más bien quisiera explicar con algunos detalles por qué considero que diariamente vemos muchos “Peters” a nuestro alrededor que traen por los suelos el significado de lo que es la verdadera hombría.
Peter Pan es el clásico “héroe” de nuestra infancia: un adolescente despreocupado, atrevido, valiente, y que en muchos momentos de la historia demuestra clásicos rasgos de inmadurez. Peter comanda una tribu de niños huérfanos que viven con él en la tierra de Nunca Jamás y lo admiran como su ejemplo de “lo que es ser un hombre”; lucha sin cesar contra su archienemigo el capitán Garfio y sus piratas armados, y además es el motivo de grandes suspiros enamoradizos de princesas indias, bellas sirenas, y por supuesto de Wendy, la protagonista de la historia.
Pienso que muchos hombres hoy reflejan el mismo carácter de Peter Pan en sus vidas: varones que todavía quieren vivir como niños, que han crecido en tamaño y en edad pero que no quieren asumir las responsabilidades que, como hombres, deberían tomar; que quieren placer instantáneo pero que no se atreven a asumir los deberes que esos placeres conllevan; varones que han hecho que muchas mujeres duden de la existencia de hombres de verdad; y es que, al fin y al cabo, estos son solo varones. Hago esta pertinente declaración porque he entendido lo que afirma el Dr. Edwin Louis Cole: “ser varón es cuestión de nacimiento, pero ser hombre es cuestión de elección”. Y para muestra un botón: un hombre de verdad (a diferencia de lo que hemos creído) no es aquel que tiene muchas mujeres que babean por él, ni aquel que es el más bacán al pelear o tomar mucho alcohol sin que se le note. Un hombre de verdad es aquel que cumple su palabra a pesar de las circunstancias; que es lo suficientemente valiente para afrontar las consecuencias de sus decisiones; que busca hacer feliz a una sola mujer por el resto de su vida, comprometiéndose con ella al punto de sellar un pacto matrimonial que demuestre que este hombre está comprometido a lograr que esa mujer cumpla con el propósito que Dios mismo tiene para su vida.
Suena fuerte, pero es verdad. El mundo está buscando a gritos hombres fuertes que levanten la bandera de la verdadera hombría y que demuestren que todavía existen caballeros de armadura que reflejan cuan fuerte y a la vez cuan tierno puede ser un hombre de verdad. Entonces, ¿eres un hombre de verdad o te pareces a Peter Pan? No te preocupes, en los próximos artículos te ayudaremos a descubrirlo, a confrontarlo, y a intercambiar ese carácter de “Peter” por el de un Hombre de verdad. Hasta la próxima.